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Cincuenta...

  • Foto del escritor: Didio Pena Infante
    Didio Pena Infante
  • 8 nov
  • 3 Min. de lectura

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PRIMER TERCIO


Te mira fríamente a los ojos... 


Te humillas, un solo movimiento, rápido, limpio, su espada te punza en la nuca. Vacío, ¡no puede ser! Se acabó.


Algo vibra bajo la almohada, lo ajustas todas las noches en modo “silencio”, pero que vibre, para evitar que un incómodo ruido androide despierte a tu mujer, a ella le gusta dormir un poco más, claro, las cuatro de la mañana no es hora para comenzar el día, y tiene toda la razón, “desde su punto de vista”.  Te levantas, otro día más, temprano porque no alcanza el tiempo, la ciudad es un monstruo y si quieres que rinda debes salir a enfrentar la lidia antes que el sol caliente su frío y gris pavimento. 


Cincuenta. Miras al espejo, ves tu cuero cabelludo, algo que no te atreves a aceptar, la alopecia empieza a ser parte de tu discurso interno, supéralo. A que horas empieza la vida, crees que has pasado mucho tiempo viviendo la vida de otros, preparándote para cuando llegue el momento, para cuando llamen tu turno: ¡Siguiente! Reaccionas y te das cuenta que lo que pasó no vuelve, pasado, futuro, ficción. Te ajustas, corbata, Mont Blanc, llaves, maletín, sonrisa.


Miles de carros sucios inmóviles, uno tras otro. Llovió fuerte, apenas escampa, últimas gotas, luego de la lluvia todo cambia, la ciudad es otro animal, el ambiente es pesado, lúgubre, nadie te mira a los ojos, sabes que comparten el sentimiento, el vacío en el pecho que consume y que dice: “¿Esto es todo?, ¿esto es la vida?”, trabajar en este clima, en la entidad bancaria del aviso, de la valla publicitaria arriba en edificio y que llena tu ventana. Sobrevivir a ríos de metal y humo que expelen los exhostos, ríos que no fluyen y que consumen segundos, minutos, horas de tu vida, día tras otro. 


Las gotas en el vidrio distorsionan la imagen afuera y realzan las luces rojas de los estops, ves la gente con sombrillas, ves los charcos salpicar al paso de los carros, hay algo melancólico en todo esto que te gusta, que te atrapa, una sensación metálica que te adormece, o mejor; que te anestesia, debe ser el dióxido de carbono.


No te crees el discurso, no es tu discurso, interminables monólogos que llevan a que te pierdas en tu propia diatriba, te compras todos tus argumentos, no sientes, piensas, tu solo piensas, razonas, tu razón, la de los otros, todo se debe a una lógica. 


No sabes sentir, te han enseñado a pensar, has creído que sentir es una debilidad en esta obra. Máscaras solo ves máscaras, trajes elegantes, corbatas peinados hermosos, joyas, relojes, faldas cortas, tacones, comentarios huecos, miras a los ojos vacíos, con una amabilidad falsa pero a través de frías máscaras de yeso, que esconden, que tapan, que evitan, que tampoco saben sentir. Piensas, anhelas otra dimensión, donde seas tu sin ser tu, no te gusta quién crees que eres.





SEGUNDO TERCIO


¡DESPIERTAS!


Hoy no hubo matador, nada vibro, tus ojos simplemente se abrieron, esta oscuro, todavía es de noche, son las cuatro y media de la mañana, la sensación es distinta, hay vacío, pero de otro tipo, no lo comprendes totalmente. 


—¿Lo sientes?


— No tu no sientes, ¿recuerdas?. 


El espejo, lo único constante es la alopecia. 


Cincuenta. Hoy no hay corbata. Buscas, encuentras. Sales de clase de literatura…


—¿Literatura?


— Si literatura.


Almuerzo con cliente; él corbata, tu suéter de hilo de botones; el mismo speech, actúas autómata,  veintiocho  años han dejado su huella, pero de alguna manera se siente distinto.


— ¿Suéter de hilo?


— Si de hilo. Cincuenta. Abierto, cinco botones.




TERCER TERCIO


Conectas, descubres, encuentras. Media vida ves las reglas; no entiendes, media vida confías y te dejas llevar por quienes te influencian. Sientes la ironía, como un jugador de poker que pierde las primeras horas estudiando sus oponentes. Ya lo estudiaste ya sabes como es el juego, ¡a la vanguardia! Atacas. Este es tu tercio, el de muleta. 


—¿Entiendes? ¡Aquí ahora!. 


Te sientes viejo, algo cansado, pero no tanto, respiras, (solo cincuenta). El primer pase es un natural, el segundo tomas confianza y vas por uno de pecho que recoges en un redondo. Cincuenta mas, pero a tu manera ¡no se ha acabado!, apenas comienza… esta tarde son dos lidias por diestro… 


… queda la segunda…


¿Toro o torero?




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