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  • Foto del escritorDidio Pena Infante

Buen viaje amigo...



Al nacer experimenté el primer gran dolor: La serparatidad. Separarme de mi madre y empezar a hacer consciencia de mi propio ser, acompañado de un tenue sentimiento de rechazo, y la sensación extraña de no ser parte de este mundo, de ser de una especie diferente y no lograr encajar en esta nueva realidad. Desde ese momento, todo se hizo más difícil, y no parece mejorar con el correr de los años.

Inocente, compre una fantasía de vida, busqué un ideal de vida según unos estándares establecidos: Una reconocida profesión, un exitoso cargo corporativo, una vivienda excepcional, una familia de mostrar y claro… un amor ideal.


45 y pareciera que fui estafado…la vida se aleja como en una banda de trotar en dónde por mas esfuerzo que haga no logro conseguir eso que algún día soñé… se va la vida.. y me quedo persiguiendo el ideal.


Y vuelve ese sentimiento amargo de la separación primordial, ese dolor de caminar por la tierra, cegado por la soberbia, aparentemente sin avanzar, sin logros que mostrar, sin medallas que colgar.


Juicios soberbios en mi cabeza, recriminaciones del pasado de lo que hice mal y mas duramente de lo que no tuve el valor de hacer. Reclamos airados al Creador y recriminaciones al mundo entero por mi suerte.


El futuro de pronto se tiñe de gris, y los pensamientos recurrentes no son más que una suerte de fantasías catastróficas, en dónde un posible escenario es peor que el anterior.


Pareciera que el tiempo se acaba. El cuerpo se cansa, llega la presbicia, llega la alopecia, los amigos se casan y muestran sus éxitos y su vida ideal conquistada en redes y reuniones sociales.


En mi soledad susurra nuevamente Mefistófeles al oído, tentándome con ofertas de unas y de otras…


Pero en ese dolor también nace la compasión, ese tenue fuego en el corazón que me permite ver al prójimo con amor, me permite verlo en su propio dolor, y de pronto nace también la fuerza que me permite ofrecerle una sonrisa sincera, con la que rezo pueda alegrar un efímero instante, ya que puede que la vida, a él, le duela aún mas.


Así se acaba la pelea y el reclamo con esta vida y empieza la reconciliación conmigo mismo, suelto el ideal y empiezo simplemente a vivir plenamente lo único cierto: El momento presente.


Gracias por tu testimonio. Buen viaje amigo.



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