He querido entender la dinámica del dinero en mi vida. He buscado dominar esta poderosa convención humana. Y lo he buscado con un fin noble, o bueno ese fue el cuento que me eché.
Criado en los valores del catolicismo, el servicio al prójimo, siempre fue un deber central. Habiendo sido influenciado por la filosofía de ser más para servir mejor, mi ambiciosa alma encontró descanso moral, creyendo que mi camino, pasaba por buscar tener dinero para usarlo como instrumento en el servicio. Así que me enfoque en eso precisamente, en conseguir dinero, mucho dinero.
Estudié Finanzas, mercado de capitales, planeación financiera, trading de divisas y derivados, seguros y hasta derecho tributario. Fui emprendedor, quebré unas cuantas empresas, y otras las lleve al lado positivo en el balance. Explore mi mundo conocido, el mundo de lo material, el mundo de lo financiero, el mundo de los números y las inversiones.
Hice dinero, mucho dinero, creí usar el sistema, me apalanqué en él, busqué ayudar y sólo decepciones y traiciones encontré. La verdad, no pude ayudar una sola alma… Nada llenaba mi vacío, toqué fondo, ese fondo solitario, frío, en dónde sólo hay silencio, los sonidos del silencio, allí pude oír un tenue susurro, cierto, amoroso un susurro que venía de adentro, un susurro muy raro, era mío, era yo, pero nunca lo había oído antes. Era mi alma… “Sal, viaja, busca, allá, no acá…” Busca allá…
Algo hizo que me levantara y empezara un viaje, un viaje jamás pensado, nunca planeado, empecé a caminar tratando de ser fiel a lo que el susurro me dictaba, tenue poco claro, pero cierto… Así comenzó mi viaje al otro lado del mundo, con miedo, con duda, navegue por los mares de la incertidumbre, y a medida que batallaba las olas de la culpa, de la rabia, del reclamo, del arrepentimiento y el sinsentido, de alguna manera entendía que me dirigía al mundo de lo espiritual, al mundo de lo etéreo, al mundo de lo invisible, al mundo de lo único cierto. Este era un viaje para adentro, un viaje hacia mi propia consciencia, hacia mi propia alma, en donde entendí que yacen todas las respuestas, que afuera no hay sino experiencias, que me llevan a trabajar mis conflictos irresueltos, y el dinero es un simple elemento parte de la utilería.
Vi lo que hay al otro lado del mundo, entendí su magnitud, embelesado quise quedarme a vivir en él, explorarlo totalmente, conocer cada rincón, pero entendí que no soy de aquí, ni soy de allá que el trabajo que tengo es el de crear un puente entre estos dos mundos en mi, que es integrarlos, y levantar el mapa que tiene algunas rutas, vivir mi vida siendo testimonio, contar mi aventura, y compartir mis experiencias, buscar crear pasajes en donde el mundo material se pueda integrar con el espiritual, y el espiritual con el material, en donde me pueda reconocer en mis virtudes y en en mis defectos, en mis triunfos y en mis derrotas, en mis verdades y mis vergüenzas. Soy cuerpo, soy mente, pero también soy alma, y lo había olvidado, había olvidado mi alma. Estoy en la tierra pero tengo el cielo dentro, y no puedo desconocer lo terrenal y lo celeste.
Hoy veo el dinero como un arma, una herramienta y un maestro, que me empodera, que me permite y que me muestra mis propios demonios. El dinero es un símbolo, es un agradecimiento, por un bien o un servicio ofrecido. Al buscar mi alma adentro, tendré dinero y me será útil, pero si la busco afuera, el dinero me tendrá a mí.