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Cuándo te sientas débil...

Foto del escritor: Didio Pena InfanteDidio Pena Infante


Salmo 23


El Señor es mi pastor, nada me falta.


En verdes pastos me hace descansar,

junto a aguas tranquilas me conduce;

reconforta mi alma, me guía por senderos de justicia,

en honor de su nombre.


Aunque camine por un valle oscuro,

no temeré mal alguno, porque tú estás conmigo;

tu vara, tu bastón me dan confianza.


Tú preparas una mesa ante mí,

enfrente de mis enemigos;

unges con óleo mi cabeza,

mi copa rebosa.


Por años sin término.


Bondad y amor me acompañarán

todos los días de mi vida,

y habitaré en la casa del Señor.


El Salmo 23 es una carta de amor, en donde se expresa la mas profunda Fe que que habita en el corazón de un hijo, hacia su Padre, escrita para recordarnos el inmenso e inquebrantable cuidado con el que Dios nos guía. “El Señor es mi pastor”, no está describiendo simplemente una actividad, sino la relación de un Padre amoroso con sus hijos en todo momento, en toda circunstancia.


El corazón de un padre, como el de un pastor, está lleno de ternura, siempre vigilante, siempre protector. Decir que “el Señor es mi pastor” significa que mi vida está guiada por un Padre protector Divino que nos conoce íntimamente, y nos conduce, por el camino que necesitamos recorrer para retornar a su casa. Él no solo nos cuida desde la distancia, sino que está presente siempre, ahi, a nuestro lado, involucrado en cada detalle de nuestra vida, asegurando nuestro bienestar y seguridad en todos los desafíos que nos trae el camino.


Tener la seguridad de que “Nada me faltará”, es una declaración de profunda Fe, de que Él está siempre con nosotros, y que tenerlo siempre en nuestro corazón nos da la fuerza suficiente para enfrentar los retos que la vida nos presenta, que estos son oportunidades para aprender lo que necesitamos aprender, reconociendo y aceptando con humildad las experiencias que necesitamos vivir, según su infinita sabiduría y amor.


Cuándo el Salmo describe a Dios guiándonos hacia “verdes pastos y aguas tranquilas” nos presenta la confianza ciega de que por mas duro que sea el camino, nos dirigimos hacia un lugar de abundancia en el que podemos descansar y nutrirnos, donde podemos experimentar paz y tranquilidad, sosegar nuestra alma y recargar nuestras fuerzas para continuar el camino.

Aunque a veces la vida nos abruma, nos sentimos perdidos y sentimos desfallecer, nuestro pastor sabe guiarnos a lugares de restauración en dónde nuestro cuerpo y nuestra alma se renuevan, sanamos nuestras heridas y recargamos de entusiasmo nuestro corazón.


Incluso en los momentos mas difíciles, momentos en que perdemos la tracción al caminar, y nos sentimos desorientados y vencidos, y nos encontramos tratando de transitar oscuros valles de frío y muerte, cuando oímos las voces de los demonios, los lobos que aúllan y que nos asechan en la oscuridad, podemos sentir la presencia del Padre que nos da fuerza y valor, Dios camina con nosotros, nos ofrece su vara y su bastón, que significan apoyo y protección.


Estamos seguros en nuestro corazón que guiados por la voz de Dios que habla en el silencio de la oración, saldremos victoriosos de todas esas dificultades, y nos encontraremos ungidos con la gracia de la Divina Providencia, con nuestra “mesa preparada” y nuestra “copa rebosante” en abundancia de bendiciones, protecciones y recursos, frente a la impotencia de quienes nos desean el mal.


El Salmo termina con una declaración de profunda fuerza y Fe, que solo es posible al reconocer el amor de Cristo en nuestro corazón, ciertamente, el bien y la misericordia nos seguirán todos los días de nuestra vida, reconociendo la Gracia Divina hoy, aquí y ahora, como la completa claridad de que también estará a mi lado mas allá de esta vida, en donde nos encontraremos en perfecta comunión eterna con Él, un hogar eterno de absoluta paz y amor, en la casa de nuestro Señor Dios Padre moraremos eternamente.


Señor, Tú eres mi buen pastor, y no hay nada más reconfortante que saber que Tú, el Todopoderoso, el Alfa y el Omega, cuidas de mí de manera personal e íntima. Me ves, me conoces y me proteges con el mismo cuidado tierno que un pastor tiene por sus ovejas. Tu amor por mí es inquebrantable, tu protección constante y tu guía perfecta.


Cuando me siento perdido, Tú me llamas de vuelta a tu lado. Cuando estoy débil, me levantas y me llevas en tus brazos. Gracias por no dejarme luchar solo. Por Ti puedo enfrentar cada día con esperanza, sabiendo que renovarás mi corazón y me darás fuerzas.


Señor, en los momentos en que la vida me abruma, toca mi vida de una manera que solo Tú puedes. Derrama tu unción sobre mí, trayendo sanidad a mi corazón y claridad a mi mente. Restaura mi alma, Señor, y rodea también a mis seres queridos con tu presencia. Donde haya caos, trae paz; donde haya tristeza, trae alegría.


Gracias por ser mi refugio, mi fortaleza y mi guía. En Ti confío plenamente.

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